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22/3/13

una pequeña disquisición a propósito de los arquitectos

El otro día lo pensaba, a propósito de las noticias que han ido saliendo a la luz sobre los costes del puente que Santiago Calatrava realizó en Venecia sobre el Gran Canal, creo y resucitando en mi mente una discusión que tuvimos en una sesión del Brutally Early Club Barcelona. Me he criado bajo la concepción que una obra, sea de arquitectura, de ingeniería, siempre tiene que estar bien valorada desde la misma fase de proyectación para que luego el 'cliente' no se vea desbordado por informaciones que dejen el proyecto en una mentira de previsión. Me han enseñado siempre a ser franca y a imaginarme, desde el inicio, los costes que van a representar las obras a realizar, imaginando y teniendo muy claro, por supuesto, cuáles van a ser las partidas que van a configurar esa obra. No inventando sobre la marcha y, si inventas algo, que sea dentro de las posibilidades del presupuesto. Que te encarguen una obra no significa que te den carta blanca y que puedas gastar el dinero que quieres. Se supone que has firmado un 'contrato' al aceptar llevar a cabo ese proyecto y esa obra y eso conlleva ser coherente en todo momento y me exaspera de mala manera que el comportamiento generalizado de los que se llaman 'arquitectos' violen este principio continuamente y que encima lo encuentren 'normal' y que viene incluido en el paquete. Quería decirlo públicamente para sentar precedentes de mis valores como profesional, como persona y como arquitecta, nada más.