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4/1/16

otro apunte

Otro apunte y quizás me repita. La verdad es que soy de convicciones bastante firmes aunque es verdad que voy evolucionando, adaptándome a las nuevas situaciones y, en definitiva, sobreviviendo en un mundo cambiante, un mundo que cambia muy rápido, mucho más seguramente del que a veces pienso que tendría que haber sido mi mundo, el de finales del siglo XIX. Pero estoy contenta del momento que ahora me ha tocado vivir. En otros tiempos, por ser mujer, no hubiera tenido tantas posibilidades ni haber hecho nada de lo que he conseguido con el paso del tiempo. O sea que estoy satisfecha. En lo profesional, satisfecha porque hago lo que me gusta, disfruto a ratos con la arquitectura, aunque sólo sea haciendo un comentario o una observación, y aunque sólo sea mi hija testigo de ello. Mi objetivo inicial al estudiar arquitectura era conseguir 'hacer' arquitectura para hacer más habitable nuestro entorno. Y lo que ha acabado siendo es, además de eso, hacer arquitectura real, sin grandes adornos, pragmática y resolviendo problemáticas, aunque si alguna vez he creado alguna sería porque hubo alguna mano de por medio que impidió que se realizara todo como había estado pensado en un inicio. Claro que hay errores, la vida es eso, pruebas de error-acierto. Y la arquitectura, como parte de ella, también participa en esa metodología. Así lo creo yo. Se acabó la arquitectura espectacular. No sé cómo tuvo cabida. Era el despilfarrar por despilfarrar, cuando no se sabía qué hacer con el dinero, cuando no importaba que hubiera un incremento del 150% o del 200% o de más, que los hubo. Ahora que pienso, es como le ha pasado en la política, la gente ha dejado de creer en los arquitectos porque era incomprensible que los presupuestos se hincharan tanto y que sólo por hablar ya se tuviera que soltar pasta. Eso se acabó, quizás aún quede alguno que mantenga esa manera de hacer. Espero que no, que realmente estemos todos al servicio de las personas y no para engrandecer nuestro ego. El ego se cultiva con buenas cosas. Prefiero llamarlo autoestima. La autoestima se va ganando con el tiempo o, simplemente, se va manteniendo si es que ya partías de una base fuerte. Me estoy enrollando más de la cuenta, sólo quería hablar de qué significa para mi la práctica de la arquitectura como profesión. La que me hiciera enamorar de la arquitectura: la pequeña casa de los Eames cuando encontré una pequeña monografía en la biblioteca de la Etsav, y las clases de Composición de Txatxo Sabater, y también las de Carme Bonell cuando nos hablaba de cosas que te hacían pensar y ensanchaban nuestra cultura de pensamiento. La lucha por conseguir entrar en la universidad empezó el verano del 1992, mientras asistía a algún acontecimiento deportivo de las Olimpiadas de Barcelona, mientras intentaba dibujar un edificio delante del museo Dalí de Figueres, cuando sólo veía líneas y las intentaba dibujar tan 'rectas' como podía, cuando un arquitecto de allí me indicó que lo hiciera para empezar a practicar, porque la verdad es que yo, de arquitectura, no sabía nada. Era el inicio. Aunque mis tíos abuelos guarden en su casa un dibujo hecho por mi de Heidi que cuando se lo pido para ver me quedo asombrada que tan pequeña hubiera sido capaz de hacerlo. Copiar se me da bien, sacar proporciones y pasarlo al papel. Me ha gustado más que crear de la nada porque he aprendido mucho así. Y la base la tengo de ahí, del copiar y fijarme. Esa táctica la extrapolo también cuando con mi madre decidimos cómo podemos hacer una pieza de ropa, con su habilidad de sacar patrón de cualquier cosa y mi visión de la pieza final que quiero conseguir. Es curiosa la vida, nunca deja de sorprender. Y el aprendizaje continúa. Capturo algunas imágenes de la Eames House.





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